Doctora Soledad Díaz: "Con la píldora del día después no hemos logrado un diálogo constructivo

Lleva 40 años investigando temas relativos a la salud reproductiva y planificación familiar, y es una de las principales defensoras de la distribución de la píldora del día después en los centros de salud pública. De formación católica, esta madre y abuela cuenta que sus hijos y nietos han influido mucho en su manera de percibir el mundo y las necesidades de la mujer actual. Y asegura que sus intereses van mucho más allá que la anticoncepción.

Revista Ya. El Mercurio.
Por Daniela Mohor W.

Hay un episodio en la vida de la doctora Soledad Díaz que marcó para ella un antes y un después. Estaba en segundo año de medicina en la Universidad Católica cuando participó en los primeros trabajos de verano, después del terremoto de Valdivia. "Estaba en una población llamada Los Rucos, que eran básicamente casas hechas con planchas de calamina de emergencia después del sismo. Había una mujer que tenía cuatro niños y cuya guagüita de tres meses estaba enferma. Ella estaba mal nutrida, mal vestida y en una situación de extrema pobreza y tenía que ir al hospital, así que la acompañé. Llevé a su guagüita y murió en el camino".

Tenía 18 años y lo que más impresionó a Soledad no fue sólo que el niño muriera en sus brazos, sino el trato que se le dio a la madre al llegar al centro de salud. "Lo primero que hizo la persona que nos recibió fue retarla. ¿Cómo llega usted tan tarde con este niño enfermo? y a la mujer le corrían las lágrimas, porque tenía a otros tres niños que no tenía con quién dejar. Le decían: Ahora tiene que esperar porque hay que hacer un diagnóstico antes de entregarle el certificado de defunción", cuenta esta experta en salud reproductiva, que se ha convertido, en los últimos años, en una de las principales defensoras de la distribución de la píldora del día después en el sistema de salud público. "Me doy cuenta de que ese episodio y otros marcaron mi decisión de trabajar en esta área: anticoncepción, lactancia, defensa de la salud de las mujeres, calidad de atención. La mayoría de los temas que he investigado los he elegido para responder a las preguntas y los problemas de las mujeres que atendía en el consultorio, y para quienes no tenía respuesta. A ellas les debo mi inspiración".

Estos son días complicados para la doctora Díaz, "agotadores", dice ella. El fallo del Tribunal Constitucional, que prohíbe la distribución de anticoncepción de emergencia en los consultorios, y el debate que ha generado la han convertido en uno de los principales protagonistas de una disputa muy polarizada, y que la tiene algo dolida. "Me ha impresionado la agresividad de los oponentes. No me gusta que me digan abortista. No ha sido mi vocación. Pero eso es ego no más. Al final lo que importa es que no hemos logrado un diálogo constructivo sobre algunas materias", dice con un dejo de decepción.

Una formación católica
Es conocida como coautora de algunos de los trabajos que presentó el Instituto Chileno de Medicina Reproductiva, Icmer –del cual ella es miembro–, ante el Tribunal Constitucional y que concluyen que el levonorgestrel (la sustancia que contiene la píldora del día después) no es abortivo. Pero es poco lo que se sabe de esta mujer, madre de tres hijos y abuela de seis nietos, que lleva cuarenta años trabajando en salud reproductiva y planificación familiar, y con una larga trayectoria integrando comisiones sobre el tema en organizaciones internacionales como la OMS.

Hija de un ingeniero y una dueña de casa, es la segunda de cuatro hermanos y creció entre Santiago y La Serena, donde su padre trabajó varios años. De su infancia dice haber heredado gran parte de su vocación de servicio. "Vengo de una familia con sensibilidad social, participé en la acción católica y en esa época había mucha conciencia por los problemas generados por la pobreza y la inequidad. El grupo familiar vivió mucho la experiencia de los valores del Concilio Vaticano II, y nos marcó muy fuerte este compromiso con la sociedad por el bien común".

Cuenta que encontró una manera de contribuir entregándoles a las mujeres toda la información posible sobre regulación de la fertilidad y maternidad para que pudieran tomar sus decisiones más libremente, y fue en ese contexto que estudió –bajo el alero del doctor Manuel de Lastra, el Premio Nacional de Ciencias Héctor Croxatto y más tarde de su hijo Horacio Croxatto– fisiología, endocrinología y semiología ginecológica, entre otros. "No quería ser una proveedora de píldora, sino que quería estudiar el tema y hacer investigación", recalca.

Entre sus grandes logros figura el desarrollo de un programa de atención conjunta madre e hijo durante el primer año posparto. Un proyecto en el que trabajó durante veinte años en el consultorio de planificación familiar del Icmer, y que se replicó en el extranjero por lo exitoso que fue. "En nuestro consultorio, de los ocho mil niños que atendimos con sus madres, murieron sólo tres. Eso es muy bajo".

La carrera de la doctora Díaz se desarrolló sin dificultades hasta que a mediados de los90 decidió interesarse de más cerca en el uso de la anticoncepción de emergencia. "Empecé el proyecto de introducción de la anticoncepción de emergencia aquí en Chile. El postinor llegó al mercado en 2001, pero nosotros empezamos a trabajar en 1996 para preparar su llegada. Queríamos saber si se necesitaba, si era aceptable, con qué estrategia podríamos introducirlo. El hecho que las mujeres que habían sufrido una violación no la recibieran para mí era un tema central y empecé con esto por eso".

Su trabajo, sin embargo, complicó a la Universidad Católica, donde llevaba tres décadas investigando. Fue entonces que la doctora Díaz renunció y se dedicó a su desempeño en organizaciones internacionales, grupos de trabajo del Ministerio de Salud y del Sernam y en el Icmer, donde junto a su colega Horacio Croxatto sigue abogando por una distribución más equitativa de este fármaco.

–¿Usted está convencida al 100% de que esta píldora no es abortiva?

–Ciento por ciento es poco decir. La evidencia es tan clara, que para mí no hay ninguna duda. Estamos hablando de un progestágeno, es decir, una sustancia que es pro gestación.

–Muchos especialistas coinciden en que una adolescente de 14 años no tiene el criterio formado para tomar la decisión de usar anticoncepción de emergencia. ¿Qué cree usted?

–El ideal sería que una familia educara a sus hijos, con o sin ayuda del Estado, del colegio, de la escuela en los temas relacionados con vida sexual y afectividad. Y el ideal es que padres y madres se preocupen y lleven a sus hijos a los controles de salud que necesitan, incluso los que tienen que ver con esta actividad. Pero eso no es lo que pasa. La actividad sexual en los adolescentes empieza muy temprano y en todos los grupos socioeconómicos, y empieza sin protección anticonceptiva y las chicas se embarazan. La mayoría empieza así. Y se da esta tristísima situación de que el 80% de los embarazos que terminan en partos son adolescentes de sectores pobres que no llegan con la mamá a los consultorios y, a veces, uno no encuentra ni al papá ni a la mamá en los alrededores.

–Pero el hecho de que se pueda acceder a esta píldora sin el consentimiento es una preocupación para muchos padres. ¿Usted entiende esa preocupación?

–Soy madre y abuela, ¿cómo no la voy a entender? Pero creo que el rol activo lo tienen que tomar padres y madres. No pueden negarle al Estado el derecho de proteger, de cuidar y de entregar la atención solicitada a quienes vienen a pedirla. Las chicas que vienen no le han pedido permiso a sus padres para tener relaciones sexuales. Vienen a pedir ayuda, porque tienen este problema y no han pedido ayuda a sus propias familias. No me parece que lo lógico sea decirle al Estado: "Ustedes no pueden responder a este pedido de ayuda porque antes la familia debería haber intervenido". Cuando llegan al servicio es porque la familia no ha tomado un rol más activo en este tema. Y los padres que están preocupados deben contribuir a que todos los demás papás tomen conciencia de que este tema es importante, de que hay que empezar a tomar en serio lo que es educación sobre sexualidad, reproducción, afectividad, desde muy temprano. Siento que estamos en una sociedad muy enferma en algunas materias: en el manejo del poder, del dinero y de la sexualidad.

La enseñanza de los nietos
Soledad Díaz asegura haberse alejado hace muchos años de la Iglesia Católica, pero no perdió por eso su espiritualidad. "La religiosidad sigue siendo un valor importante para mí", afirma.

También dice haber encontrado en sus hijos y nietos una gran fuente de crecimiento. "Hay cosas que la vida te va regalando que te ayudan a entender mejor el mundo. Mis hijos y mis nietos han sido centrales en mi vida, y ellos me han educado. Parte de lo que yo soy no sólo es de dónde vengo, también es lo que he recibido de ellos".

La doctora cuenta que cuando sus tres hijos -una sicóloga, un arquitecto y un publicista- eran pequeños, ella trabajaba sólo tiempo parcial para poder dedicarse a la crianza. "Para mí ha sido importante estar cerca de ellos. Iban al parvulario hasta el mediodía y en la tarde yo quería estar cerca de ellos. Pero a medida que crecieron fui aumentando mis horas de trabajo, a seis, ocho y luego ¡24 horas!", dice entre risas.

Hoy, tiene nietos de entre 18 y un año. Cuenta que al igual que sus hijos, ellos la han llevado a cuestionarse muchas cosas. "De mi formación previa, los valores y las conductas; lo que era bueno y lo que era malo estaba bien establecido. El cuestionamiento viene de las generaciones más jóvenes. Mis hijos han sido muy activos en cuestionarme y para mí ése ha sido un aprendizaje esencial: ¿por qué esto?, ¿por qué esta regla?, ¿por qué quieres que yo haga esto de esta manera?, ¿qué significa? Y con mis nietos también, aparte de lo afectivo que es fantástico, he vivido una experiencia que desafía la percepción de mundo, porque uno empieza a verlo de nuevo con ojos más jóvenes. Es muy estimulante".